domingo, 30 de diciembre de 2012

Consecuencias psicológicas del maltrato doméstico


El maltrato doméstico es una situación estresante que provoca un impacto psicológico importante en la mayoría de las víctimas. Como cualquier otro estresor la violencia en el hogar produce reacciones diferentes en cuanto al grado de intensidad, en función de diversas variables tales como factores de personalidad, habilidades de afrontamiento, recursos propios,
apoyo social y características específicas del maltrato(fundamentalmente, la duración y el grado de violencia).

Los síntomas psicopatológicos que presentan surgen como consecuencia de los acontecimientos vividos y no de un desequilibrio anterior son, por una parte el trastorno de estrés postraumático y, por otra, variables psicopatológica asociadas.

Las alteraciones clínicas más significativas son las siguientes:

Ansiedad
“Cuando oigo la puerta empiezo a temblar”.
“Cuando él está en casa no me atrevo a hacer nada por miedo a que se enfade”.
“Todo el día estoy pensando en este problema, no puedo concentrarme en otra cosa, incluso tengo pesadillas”.

La violencia repetida e intermitente, entremezclada con períodos de arrepentimiento y de ternura, suscitan una ansiedad extrema y unas respuestas de alerta y de sobresalto permanentes. La percepción de amenaza incontrolable a la vida y a la seguridad personal provoca una sensación de temor continua, dificultades de concentración, irritabilidad y un estado de hipervigilancia.
Asimismo, la víctima experimenta trastornos del sueño, pesadillas y pensamientos obsesivos en relación con el maltrato y el maltratador.


Depresión, pérdida de autoestima y sentimientos de culpa
“Mi marido es agresivo conmigo, pero yo no hago lo suficiente para evitarlo" .
“Mi marido tiene razón, no sé hacer nada bien, ni hablar correctamente y es mejor que esté callada”.
“Esto no tiene solución, ya no tengo fuerzas para luchar, nada me importa”.
"A veces pienso en quitarme la vida, pero no tengo valor para hacerlo....mis hijos".

Cuando la mujer está inmersa en el círculo de la violencia cree que la conducta de su pareja depende de su propio comportamiento, se siente responsable e intenta una y otra vez cambiar las conductas del maltratador. Sin embargo, cuando observa que sus expectativas fracasan de forma reiterada, desarrolla sentimientos de culpabilidad y de fracaso. Además, se siente culpable por no ser capaz de romper con la relación y por las conductas que ella realiza para evitar la violencia: mentir, encubrir al agresor, tener contactos sexuales a su pesar, "tolerar" el maltrato a los hijos, etc.
Con el paso del tiempo el maltrato es más frecuente y severo y se desarrollan síntomas depresivos como la apatía, la indefensión y la desesperanza. El malestar psicológico crónico en el que se encuentra la víctima produce una alteración en su forma de pensar que le hace
sentirse incapaz de buscar ayuda, de proteger a sus hijos y a sí misma o de adoptar medidas adecuadas.

Aislamiento social
“Mi marido se enfada cuando mi familia me llama”.
“No puedo hablar con amigos porque él dice que me meten malas ideas en la cabeza” .
“Prefiero estar sola para que nadie sepa lo que me pasa”.
"Nadie lo entiende".

La vergüenza social y los límites que el propio maltratador establece para evitar contactos con la familia y con los amigos, provoca una disminución del refuerzo y de la implicación en las actividades reforzantes en general. De este modo, la víctima depende de su pareja como única fuente de “refuerzo” social y material, quien, a su vez, aumenta el control sobre ella. En estas circunstancias, se siente más vulnerable ante la sociedad y se cronifica el miedo a enfrentarse a un futuro que percibe como incierto y "peligroso".

Trastornos psicosomáticos
“Siento tanta opresión en el pecho que a veces parece que me voy a ahogar”.
"Cuando oigo la puerta todo mi cuerpo se altera".
“Cuando él se enfada me late tan rápido el corazón que creo que me va a dar un ataque”.
“Me siento tan mal que ya ni como ni duermo y me siento débil y enferma”.

Los malos tratos crónicos provocan en la víctima diferentes tipos de trastornos psicosomáticos como dolores de cabeza, caída del cabello, pérdida del apetito, ansiedad crónica, fatiga, problemas intestinales, alteraciones menstruales, etc.
En este sentido, son bastante habituales las visitas al médico de cabecera para consultar estas dolencias mientras ocultan la verdadera causa que las provocan.

Trastornos sexuales
"Todos los hombres son iguales, sólo piensan en ellos".
“Siento asco hacia los hombres y hacia el sexo”.
“Nunca volveré a disfrutar en una relación sexual”.
"Pensar en mantener relaciones sexuales con otra pareja me produce temor, es como si fuera incapaz de sentir".

En una situación de violencia doméstica es habitual que una mujer pierda todo el interés por el sexo y sienta rechazo hacia las relaciones sexuales. Además, cuando se producen agresiones sexuales dentro del matrimonio se pueden originar disfunciones sexuales como la anorgasmia
(pérdida del orgasmo) o el vaginismo (contracción involuntaria de los músculos de la entrada de la vagina que impide la penetración).

El conjunto de síntomas descritos configuran, en más de la mitad de los casos, un trastorno de estrés postraumático crónico (Zubizarreta, Sarasua, Echeburúa, Corral, Sauca y Emparanza, 1994) que se aproxima a la incidencia registrada en las víctimas de agresiones sexuales (Echeburúa, Corral, Zubizarreta y Sarasua, 1995) y es más del doble de la que se produce como consecuencia de cualquier tipo de delito.
Se trata de un cuadro clínico que surge cuando una persona sufre o está expuesta a sucesos aversivos que están fuera del marco habitual de las experiencias humanas. En general tiende a ser más grave y duradero cuando el suceso es más intenso y cuando las causas son obra del
ser humano y no meramente accidentales.
Los aspectos nucleares de este trastorno en las víctimas de maltrato se manifiestan de la siguiente forma.

En primer lugar, los síntomas de reexperimentación. 
Las víctimas reviven intensamente las agresiones sufridas en forma de imágenes y recuerdos constantes e involuntarios con una hiperactividad fisiológica ante situaciones relacionadas e incluso en ausencia de ellas (por ejemplo, sensación de ahogo, malestar o dolor en el pecho, malestar en el estómago, sensación de irrealidad, miedo a perder el control, etc.).

En segundo lugar, los síntomas de evitación; las víctimas evitan hablar de ello con sus seres queridos, experimentan una sensación de distanciamiento respecto a los demás y se muestran muy poco esperanzadas respecto al futuro. Además, experimentan una sensación de distanciamiento respecto a los demás y una pérdida de interés por las personas (porque piensan que funcionan mal dentro del entorno social y tienen miedo a ser criticadas) y por las actividades que antes les resultaban gratificantes.

Y, en tercer lugar, muestran una respuesta de alarma exagerada debido a la situación de amenaza incontrolable a la vida y a la seguridad personal que experimentan y que se refleja en dificultades de concentración, irritabilidad y problemas para conciliar y mantener el sueño.
Esta sintomatología provoca una sensación de pérdida de control y causa problemas de inadaptación a la vida cotidiana (a nivel social y laboral, relación con los hijos, etc). En algunos casos, también pueden aparecer problemas de abuso de alcohol y/o fármacos como una estrategia de afrontamiento inadecuada ante la experiencia sufrida.
En el marco de la investigación, se han detectado algunos factores que están relacionados con el nivel de gravedad de los síntomas. El hecho de haber sufrido agresiones sexuales dentro del matrimonio, la ausencia de denuncia y la falta de apoyo social y familiar están asociadas con
un mayor impacto psicológico (Echeburúa, Corral, Sarasua y Zubizarreta, 1996).

Asimismo, se observan diferencias en la percepción del grado de malestar psicológico dependiendo del momento en que se encuentren en la relación de maltrato. De este modo, las víctimas que están peor son aquellas que están inmersas en una relación violenta, que mantienen una dependencia afectiva con su pareja y que no han considerado la posibilidad de
una separación.

Sin embargo, más de un tercio de las víctimas están separadas o en trámites de separación en el momento de acudir en demanda de tratamiento psicológico. Esto quiere decir que el alejamiento del agresor por sí solo no soluciona los problemas surgidos como consecuencia de
la violencia familiar (Echeburúa, Corral, Amor, Sarasua y Zubizarreta, 1997).




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