“Una mujer
entró en la librería y preguntó por el último libro de un famoso autor
especializado en libros de autoayuda. La librera le indicó la mesa en la
que se exponían este tipo de materiales y emocionada, la mujer, lo
buscó, cogió, pagó y se llevó feliz en una bolsita de plástico.
Al llegar a
casa lo abrió y comenzó a leer con avidez y asintiendo con la cabeza,
muy concentrada en su lectura. Con un marcador de color amarillo, fue
resaltando esas frases e ideas que más le decían y llegaban. Al cabo de
pocos días había terminado el libro y lo ubicó en un estante repleto de
otros libros de autoayuda de otros tantos autores más o menos conocidos.
Tenía libros
de muchas tendencias: orientales, religiosos, conductistas,
gestálticos, psicoanalíticos, sistémicos, cognitivos, filosóficos, de
la New Age, etc. e incluso alguno que otro libro transgresor, negando
ser un libro de autoayuda, pero terminando dando consejos como los
demás.
Los había
con continuos esquemas y propuestas de acción; otros a modo de
epístolas reflexivas y personales hacia el lector; otros con fábulas e
historias ilustrativas para dar paso a los conceptos que transmitían;
unos eran como muy científicos y otros como muy poéticos y llenos de
citas; los había con muchas ilustraciones y otros con texto puro.
Sus autores
iban desde autoproclamados grandes maestros, científicos de las
neurociencias, tan de moda en la actualidad, ex drogadictos o convictos
transformados por algún tipo de experiencia mística; sacerdotes,
predicadores, chamanes, monjes, druidas, etc.; psicólogos o psiquiatras
formados en los vericuetos de la mente humana; ciudadanos normales que
habían vivido alguna experiencia límite o iniciática que les había
producido un vuelco radical en sus vidas y querían compartirlo con
todos; incluso los había que habían recibido mensajes directamente
transmitidos por ángeles u otro tipo de entes espirituales.
La mujer
tenía una gran colección de libros de autoayuda que había leído a lo
largo de varios años… y, sin embargo, seguía costándole avanzar en su
día a día. Se desanimaba con facilidad ante situaciones cotidianas.
Tenía tendencia a experimentar cambios de humor que no podía controlar
durante un espacio de tiempo, horas e incluso días. Sentía que tenía
mala suerte y que la vida le ponía trabas e impedimentos para ser feliz
y… leía libros de autoayuda esperando encontrar las respuestas y la
salida a su forma de experimentar su propia vida. Incluso, en ocasiones,
pensaba que nunca iba a conseguir la felicidad que le proponían sus
amados libros y eso la frustraba infinitamente“
Las personas que continuamente leen libros de autoayuda son las que peor están.
Y digo yo: ¿cómo es posible esto?
Analicemos:
1. Los autores de libros de autoayuda pretenden de forma honesta ayudar a las personas que los leen
2. Los libros de autoayuda dicen todos prácticamente lo mismo, con independencia del enfoque doctrinal que les den sus autores.
Si ojeamos cualquier índice, abrimos las
páginas al azar o los leemos de forma concienzuda, observamos que
básicamente todos los libros tienen como objetivo hablar de, por
ejemplo:
- La capacidad de cambio está en ti mismo
- Aprende a decir NO
- Elige aquello que te haga sentir bien
- Vive el presente ya que el pasado y el futuro no existen
- Fomenta tus relaciones sociales
- Tus pensamientos se transforman en realidad y atraen cosas buenas
- Reglas de oro para vivir con plenitud
- Ama y perdona
- Gestiona tu tiempo
- Si quieres, puedes
- Sufrir es inútil
- Cómo cambiar tus creencias irracionales…
Todos dan siempre ejemplos de personas
que consiguieron aquello que el libro promulga, dan citas y mensajes
automotivadores y terminan con una serie de consejos y estrategias de
tipo cognitivo, comportamental, emocional, trascendental… para
aplicarlos.
¿Por qué no funcionan entonces?
Porque en el fondo, los lectores asiduos
de estos libres buscan respuestas fuera de ellos mismos que les cambien
por arte de magia. Quieren levantarse un día y sentirse transformados.
Es igual que los que se aferran a los ansiolíticos porque es lo cómodo
para estar tranquilos y relajados. O similar a los que consumen drogas
para evadirse de los problemas.
Hay una búsqueda de lo fácil para sentirse bien y ese es el gran error.
Dicen que lo importante para encontrar
una buena respuesta es hacerse una buena pregunta. Y yo digo que el
miedo real está en el temor a preguntarnos. Y si no nos atrevemos a
preguntarnos realmente, no encontraremos respuestas.
Cuando una persona me dice: “leí un libro de autoestima y ya no necesité más”, es cuando realmente ha sido eficaz ese libro.
La eficacia del libro no depende del libro mismo, si no de la persona que lo lee.
A mis pacientes muchas veces les digo que
se hagan con una libreta de tamaño cuartilla y que comiencen a escribir
su propio libro a partir de las sesiones que establecemos y que en esa
libreta anoten frases que encuentren, reflexiones que tengan, acciones
que hayan realizado y sus consecuencias independientemente de si les
salió bien o no. Que escriban sus objetivos. Que se describan a ellos
mismos. Que anoten los ejercicios que les voy planteando. Que dibujen.
Que pongan recortes, fotografías, etc. Y aun así, les cuesta, se cansan,
abandonan en ocasiones. Pero también muchas veces comienzan a sentir
cambios dentro de ellos mismos y sienten que avanzan. Y entonces surge
la verdadera magia.
Los libros de autoayuda sirven para poco. Lo que realmente sirve es el libro que tú mismo escribes con tus manos.
1 comentario:
Me he sentido muy identificada con este relato, me he leído muchos libros de autoayuda y me han hecho sentir bien durante un tiempo pero al poco he vuelto a recaer. Seguiré tus consejos.
Publicar un comentario