viernes, 26 de julio de 2013

Trastorno de personalidad por evitación


Según Beck (1955) las personas que padecen trastorno de personalidad por evitación han pasado por experiencias infantiles de rechazo por parte de una o varias personas. Es decir, que en algún momento de la vida del individuo se percibió a si mismo como torpe, inepto, molesto…, y esa experiencia fue tan desagradable el resto de su vida establecen mecanismos para evitar volver a vivenciar esa experiencia. El mecanismo más eficaz que han encontrado (dado que se han percibido como inadecuados), es el de cortar las interacciones sociales para evitar las consecuencias desagradables que a veces se derivan de las mismas. Al igual que Scarlett O’Hara promete con el puño en alto que jamás volverá a pasar hambre, en este caso se promete nunca más pasar por la experiencia del rechazo, convirtiéndose esta premisa en un modus vivendi.
Según Beck las personas con trastorno de la personalidad por evitación reúnen las siguientes características:


Hipersensibilidad. Como no quieren ser rechazados intentan pasar lo mas desapercibidos posible, como si estuviesen realizando una técnica de camuflaje. Les supone un gran esfuerzo preguntar o hacer alguna petición, especialmente ante desconocidos. Además, el lenguaje suele ser tenso, lleno de vacilaciones y sin que su contenido sea el más apropiado para manifestar el propósito. Creen que todos reaccionarán de la misma manera negativa que la figura que los rechazaba. Continuamente temen que descubran que son defectuosos y que los rechacen por ello. Temen no poder soportar el dolor que les producirá ese rechazo y por eso evitan las relaciones y las situaciones sociales.


Autocrítica. Son muy censores con sus actuaciones ante los demás. Además, no suelen contrastar sus hipótesis, porque tienden a creer que lo que ellos interpretan es la verdad absoluta. Hacen también predicciones negativas como: “no les gustaré”, ”me criticarán”, etc., que también aceptan sin cuestionárselas ni ponerlas a prueba.

Supuestos subyacentes sobre las relaciones. Piensan que no pueden gustar a nadie, pero que si ocultan su verdadera personalidad engañarán a los demás, al menos en parte o por un tiempo. Procuran que nadie se les acerque lo suficiente como para darse cuenta de que son diferentes, inadecuados, incompetentes, torpes, etc. Cuándo establecen una relación con alguien, evitan cualquier confrontación y no son asertivos. Piensan que si desagradan en algo al otro, este pondrá fin a la relación.

Suspicacia ante las posibles reacciones negativas de los demás. Interpretan reacciones neutras o positivas como negativas (por ej., si alguien los elogia, creen que ha sido para ridiculizarles o por lástima). Se muestran muy alertas; buscan y creen ver reacciones de rechazo, repulsa o mofa en cualquier persona que realice algún comentario o gesto (chofer del autobús, dependienta del supermercado, etc.). Creen que “si alguien me juzga negativamente, la crítica tiene que ser justa”. Temen cualquier situación en que puedan ser evaluados, porque cualquier reacción negativa, o incluso neutra, la toman como confirmación de su propia creencia de que son defectuosos y de que no gustan a nadie. 

Carecen de criterios personales para juzgarse en forma positiva. Se basan exclusivamente en cómo creen que les perciben los demás. Este continuo velar en busca de indicios dañinos hace que repare en ciertas manifestaciones ajenas que una persona, sin este rasgo tan exagerado, no las tendría en cuenta. Esta vigilancia en cierto modo les protege de aquellas personas de las que han recibido, o creen que pueden recibir, trato desdeñoso o bromista pero al mismo tiempo supone para estos sujetos timoratos un esfuerzo de atención que les distrae de otras ocupaciones.

Exclusión de los datos positivos. Aunque se le presenten pruebas de que es aceptado o de que gusta, cree que el otro está equivocado o que le está engañando.

Evitación cognitiva, conductual y emocional. La mayoría, además de la evitación social, presenta también evitación de cualquier pensamiento, emoción o actividad, que le produzca incomodidad. Lo hacen de forma automática (no voluntaria ni consciente). Esa evitación, a veces se produce en forma sutil, por ej., distrayéndose. La evitación queda reforzada y se convierte en un hábito, porque reduce el malestar a corto plazo. Generalmente, no tienen conciencia de que evitan la ansiedad y más bien interpretan negativamente sus pautas de evitación creyendo que “soy un perezoso”, “soy un inepto”, etc.

Culpabilización por sentir ansiedad. Las personas con este trastorno consideran que tienen un problema que “no deberían tener”. Se siente culpables por estar ansiosos. Teme que si se permite sentirse ansioso, su ansiedad irá a más hasta perder el control, y que nunca se recuperará (piensan algo así como: “no debería estar ansioso, y como lo estoy, es terrible, no puedo soportarlo y soy un inepto por ello”).

Excusas y racionalizaciones. Su situación es egodistónica y, generalmente, saben qué tienen qué hacer para mejorar sus vidas. Pero el coste inmediato, en emociones negativas, les parece demasiado alto. Por tanto, se buscan numerosas excusas, como: “no me va a gustar”, ”lo haré más adelante”, “esta gente es demasiado superficial”, etc. En el fondo, no se cree capaz de alcanzar sus metas.

La fantasía de la realización de deseos. Fantasean sobre su futuro. Piensan en que algún día caerá del cielo la relación perfecta o el empleo inmejorable, sin que ellos realicen el más mínimo esfuerzo. Tendencia continua a la procrastinación o hábito de postergar.

Deseo de aceptación. En contraposición a su hipersensibilidad al rechazo, desean intensamente ser aceptados y tener relaciones interpersonales. De ahí el conflicto que suele existir entre estos dos rasgos: sentir pavor ante la eventualidad de un menosprecio y al mismo tiempo, ansiar aprobación y estima. Este dilema es nocivo para la armonía y el desarrollo de la personalidad, ya que la extrema sensibilidad a la relación interpersonal lleva a la persona al aislamiento social y a sentir continuamente la falta de amistades íntimas que satisfagan sus necesidades de afecto y comunicación personal.









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