jueves, 14 de agosto de 2014

¿Pueden ser amigos psicólogo y cliente?


“¿Y vendrás a la ceremonia, verdad?”, “¿Qué tal si quedamos para comer?”,” ¿te importaría ser la madrina de nuestra hija?”

Peticiones como las anteriores, o parecidas, no son de extrañar dentro del ámbito de la relación de atención terapéutica entre paciente y psicólogo. Y, en todos los casos, por muy buena que haya sido esta, la respuesta es siempre la misma “no, lo siento”.

A continuación, llega la explicación ante un paciente algo molesto: la relación entre tú, paciente, y yo, psicóloga, se denomina relación terapéutica y esta es una relación profesional, no una relación de amistad. Dicho de otra manera, es la relación entre un profesional de la Salud Mental y una persona que, en un momento dado de su vida, busca ayuda, para solucionar un problema en concreto, un conflicto familiar o, únicamente, aumentar su bienestar emocional.

Por tanto, delimitar correctamente el rol del terapeuta y el del paciente a lo largo de la relación terapéutica, permitirá eliminar futuros problemas y malentendidos. Por tanto, y, en todo momento –aún habiendo finalizado la terapia–, nuestro rol siempre será el mismo, el de profesional centrado en el trabajo y la cooperación, nunca el de amigo, amante, pareja ni familiar.

Es necesario establecer con el paciente una relación de trabajo y de cooperación que facilite:

- La toma de responsabilidades por parte del mismo, y, así pueda  aumentar  su
- Percepción de control respecto a su conducta.
- Con la finalidad de evitar confusiones en los roles y en el proceso terapéutico, es útil
- Establecer un contrato con el usuario o facilitarle las normas de funcionamiento por escrito,
  donde se especifiquen entre otros puntos:
- Funciones del terapeuta.
- Qué debe hacer el paciente.
- Duración de las sesiones y su frecuencia.
- Honorarios del profesional.
- Aclarar las consultas telefónicas.
- Consecuencias de no asistir a las visitas programadas o de llegar con retraso.
- Consecuencias de la no implicación del paciente en el tratamiento.




¿Cuál debe ser la actitud del psicólogo con el paciente?
Como psicólogos profesionales debemos actuar de forma que seamos percibidos por los pacientes  como fiables, de confianza y consistentes. Al mismo tiempo, debemos ser capaces de comunicar claramente y sin ambigüedad , ya sea de forma verbal como no verbal y usando el menor número de tecnicismos posibles.

- En todas las situaciones comunicar actitudes positivas hacia el paciente, es decir,  ser capaz de comprender la conducta del paciente desde su propia perspectiva, no desde la nuestra.
- Entrar lo más completamente posible en la experiencia de sufrimiento del cliente para verlo como él lo ve, comunicando  nuestra comprensión al paciente. La empatía es la base de la relación terapéutica.
- Separar nuestras necesidades de las del cliente. Evitar así el conflicto de intereses.
- Tomar una posición sin prejuicios de forma que le ayudemos a confiar en nosotros y a participar en su propia terapia.
- Ser claros respecto a lo que podemos y no podemos hacer.
- Comunicar nuestra propia experiencia al paciente de forma que sea de ayuda y significativa para él. Conocer nuestras propias experiencias, reacciones emocionales, prejuicios y la fuente de éstos pero sólo haciendo un uso prudente de ellas. En este punto, caemos en el riesgo de que el paciente encuentre que “le caemos muy bien”  lo cual no es nada malo, si se ponen los límites adecuados, pero que puede llevar a eses paciente a la dependencia emocional del terapeuta.


Si un paciente es dependiente emocional del psicólogo, ¿qué hacemos?
Puesto que la relación profesional-paciente  suele producir una especial intimidad, hay un potencial para sentimientos poderosos de atracción que emergen en pacientes. Estos sentimientos pueden inducir a los profesionales a hacerse más distantes, dando lugar a insatisfacciones en el paciente o a sobre-envolverse  emocionalmente, lo cual tendrá consecuencias psicológicas y clínicas.

El conocimiento personal y la comprensión de reacciones emocionales  hacia los pacientes permiten a los profesionales marcar apropiadamente límites afectivos que permitirán conectar objetivamente con los pacientes.

Si el paciente tiene una personalidad dependiente, podría cambiar de psicólogo pero ello no le asegura que no recaiga, con el tiempo, en una nueva dependencia emocional, mientras los problemas que le llevaron a consulta no se solucionan.

Si el profesional es suficientemente bueno, marcará los limites adecuados, le hará saber a su paciente que existe una relación que no es sana para que continúe la terapia y le restringirá todo tipo de llamadas antes de las citas concertadas o adelantar la misma, si no es un verdadero caso de urgencia. Con ello, suele solucionarse el problema.

El bienestar del paciente y el código deontológico
Toda relación asistencial en terapia psicológica debe favorecer y proteger el bienestar del paciente. Para ello, contamos con nuestro código deontológico, pero también son relevantes los siguientes aspectos:

Bienestar del cliente. Debemos proteger y anteponer el bienestar del paciente. Lo que implica que estemos preparados para darles lo mejor que podamos como profesionales, y, si no podemos, ser capaces de derivar adecuadamente.

Confidencialidad y limitaciones de ésta. Se encuentra íntimamente ligada al bienestar, es recomendable  informar al paciente de nuestra absoluta confidencialidad como de las situaciones en que se realizarán excepciones, en concreto cuando exista una amenaza grave o se pueda incurrir en un delito grave.

Relaciones duales. A pesar de todo lo dicho, existen relaciones duales que son  aquéllas en la que el profesional mantiene simultáneamente una relación terapéutica y otra de cualquier otra índole (amistad, familiar, docente, laboral, etc.). De cualquier forma, y siguiendo lo antes dicho, las relaciones duales son siempre problemáticas puesto que nos privan de la objetividad necesaria para el acto asistencial y, sobre todo, colocan al paciente en una posición de obligado consentimiento.

Derechos del cliente. En los inicios de la terapia, se recomienda tratar junto al paciente temas relativos a los procedimientos de la psicoterapia y los efectos secundarios del cambio, a los conocimientos y experiencia del psicoterapeuta y la posibilidad de acceder a otros recursos y ayudas alternativas en caso de que lo solicite.

Derivaciones. Es importante informar  al paciente y solicitar su permiso por escrito autorizándonos a comentar su historia con otro profesional.

Y, ahora, volvamos al inicio, ¿a algún paciente se le ocurriría pedir que estuviera en la ceremonia X, fuera la madrina de Y o este domingo fuera a comer a casa de Z, al cirujano que le ha operado el menisco? Por muy buena que haya sido la relación asistencial, cualquier paciente, los considera como los cirujanos y sabe que existen límites que ellos imponen, de forma quizás excesiva, en ocasiones, y otras más flexibles. Al mismo tiempo, ellos ponen un “campo quirúrgico” para no ver la cara del paciente y, así, si algo fuera mal, no se removerían sus afectos, que los tienen ¡obviamente! Y serían más eficaces en su solución.

En nuestro caso, como psicólogos, la comparación es paralela nuestro “campo quirúrgico” es la propia relación asistencial que presenta limitaciones; incluso, muchos terapeutas, tienen una limitación física en forma de mesa, otros ha desaparecido pero existe cierta distancia entre sofás. Eso no significa que ninguno sea más importante que el otro sino que nuestra finalidad es “curar cuando se puede, aliviar casi siempre y consolar,…consolar siempre”.



María Dolors Mas es psicóloga en Barcelona con Nº Colegiada 17222. Sus especialidades son la ansiedad, la depresión y el TDAH.





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