viernes, 8 de mayo de 2015

Me avergüenzo de mi pareja

Por su manera de ser o de parecer muchas mujeres sienten vergüenza de sus parejas. Identifique si este sentimiento necesita cura o si es señal de alerta.

Cuando Minerva pasea por la calle con Ricardo, su novio desde hace algunos años, no lo coge de la mano. Ella asegura que eso es de quinceañeras y que ya está mayor para esas cosas, aunque la verdad es otra. Recientemente le reveló a su terapeuta que no quiere que la gente la vincule emocionalmente con él porque le avergüenza su estrafalaria manera de vestir. Caso bastante común, según afirman los expertos. Ya sea por la vestimenta o por otras razones –porque el novio coquetea con las amigas de la novia, porque no sabe nada de etiqueta social, porque bebe sin control, porque tiene un bajo nivel cultural, etc.–, son muchas las mujeres que en algún momento de su vida amorosa se han avergonzado de tener la pareja que tienen. 

Empecemos por aclarar que la persona se avergüenza de quien considera inferior. Por eso cuando una pareja se maneja en el mismo horizonte (social, cultural y económico) es muy difícil que surjan problemas de este tipo. Por ejemplo, si ambos utilizan los mismos códigos verbales para expresarse, sean estos correctos o incorrectos, ninguno sentirá vergüenza del otro porque ningún acto distinto los habrá amenazado. Y es que, el ser humano siente vergüenza solo cuando cree que su identidad o imagen personal podría salir dañada a causa de caer en el ridículo o de ser víctima de una humillación. 

Entonces, es aquí cuando empiezan las críticas y reclamos por la parte afectada. El agredido se defiende y la habitación se convierte en un campo de batalla. Si esos comportamientos que no agradan llevan a discusiones y enfrentamientos constantes se debe tomar cartas en el asunto (quizá asistir a terapia) porque, indefectiblemente, la relación terminará dañada.

Y aunque la regla más importante de las relaciones amorosas es aceptar al otro con sus defectos y virtudes (esta condición refuerza los cimientos de la unión), también es cierto que hay defectos y defectos y que todo tiene un límite. Solo imaginemos lo que van a decir las amigas cuando el novio termine borracho, tirado sobre la mesa y con la camisa abierta. O el mal rato que se va a pasar cuando el susodicho empiece a piropear descaradamente a nuestra mejor amiga durante la cena de reencuentro de la promoción. En estos casos, cuando existe falta de respeto y hasta humillación,  lo mejor es la retirada. 

“Te amo y no te puedo dejar”
Sin embargo, es muy común que una mujer que ama no pueda desprenderse fácilmente de quien considera le hace daño. En estos casos es necesario recordar lo que dice la escritora Robin Norwood en su libro ‘Las mujeres que aman demasiado’: “Amar no significa sufrir y buscar hombres difíciles para intentar cambiarlos, eso solo provocará frustraciones”. 

En todo caso, los expertos recomiendan realizar el siguiente análisis: si el hombre reconoce que tiene actitudes que más que avergonzar, dañan, y no las frena, entonces está claro que a la novia le toca salir huyendo. En cambio, si este no ve la falla en sus actos pero sí tiene intención de cambiar, entonces la terapia de pareja podría ayudarlo a identificar y corregir sus faltas. 

Ahora, ¿avergonzarse de la pareja podría ser una señal de falta de amor?, preguntamos. No necesariamente, sí es posible que la persona tenga sentimientos de afecto hacia quien la avergüenza. Pero tenemos que recordar que el amor es una relación compleja, y que en ella no solo hay un componente afectivo sino también cognitivo, que es muy importante y que tiene que ver con el reconocimiento y valoración que cada uno de los miembros de la pareja hace del otro.  

El causante es el prejuicio
Pero muchas veces la vergüenza tiene que ver más con los prejuicios de la persona que con las características reales  (defectos) del otro. Es decir, existen casos en los que las actitudes del amado no molestan a su pareja sino a la familia o a los amigos de esta, y eso la lleva a sentir que él no está a la altura de sus expectativas sociales. Por ejemplo: podría ser que la falta de conocimientos (en general) del novio no le afecte a la novia cuando están en la intimidad, pero sí la ruborice cuando esto sale a relucir en las reuniones familiares. Queda claro que a este tipo de personas les importa mucho la opinión de los demás. A ellos les sugiero cuestionar primero su comportamiento, pues muchas veces el no aceptar la imagen social de la pareja dice mucho de uno mismo.

En conclusión: no olvidemos que, por lo general, entre las personas hay más diferencias que semejanzas y que siempre es bueno intentar encontrar un balance antes de tirar la toalla. Pero eso sí, si se pierde el respeto es mejor decir adiós. 




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